CAPITULO VII
UN JARDIN EXTRAODINARIO
el jardín es un símbolo de la mente explicó Julián. Si cuidas de tu mente, si la nutres y la cultivas como si fuera un fértil jardín, florecerá más allá de tus expectativas. Pero si dejas que la maleza arraigue, nunca podrás alcanzar la paz de espíritu y la armonía interna...
En realidad, los buenos jardineros guardan sus posesiones como soldados orgullosos, y procuran que nada pueda contaminar sus plantaciones. Pero fíjate en los residuos tóxicos que la mayoría de la gente mete en el fértil jardín de su mente, y eso un día tras otro: preocupaciones, ansiedades, la nostalgia del pasado, los cálculos sobre el futuro y los miedos que ellos mismos alimentan y que pueden destrozar el mundo interior de cualquier persona.
¿Lo dices en serio? pregunté.
Por supuesto. Es la tiranía del pensamiento empobrecido. La gente que piensa lo mismo todos los días, cosas negativas en su mayoría, han caído en malos hábitos mentales. En vez de con¬centrarse en las cosas buenas y pensar en cómo hacer que todo sea mejor, son cautivos de sus respectivos pasados.
»La manera de pensar depende del hábito, así de simple prosiguió Julián con convicción–. En general la gente no se percata del enorme poder de la mente. He aprendido que incluso los más dotados pensadores utilizan sólo una centésima parte de sus reservas mentales.
Mi maestro estaba cada vez más entusiasmado. Sus ojos pa¬recían centellear mientras hablaba de la magia de la mente y de la abundancia de cosas buenas que eso traía consigo.
Sabes, John, cuando baja el telón sólo hay una cosa sobre la que tenemos dominio absoluto.
En realidad, los buenos jardineros guardan sus posesiones como soldados orgullosos, y procuran que nada pueda contaminar sus plantaciones. Pero fíjate en los residuos tóxicos que la mayoría de la gente mete en el fértil jardín de su mente, y eso un día tras otro: preocupaciones, ansiedades, la nostalgia del pasado, los cálculos sobre el futuro y los miedos que ellos mismos alimentan y que pueden destrozar el mundo interior de cualquier persona.
¿Lo dices en serio? pregunté.
Por supuesto. Es la tiranía del pensamiento empobrecido. La gente que piensa lo mismo todos los días, cosas negativas en su mayoría, han caído en malos hábitos mentales. En vez de con¬centrarse en las cosas buenas y pensar en cómo hacer que todo sea mejor, son cautivos de sus respectivos pasados.
»La manera de pensar depende del hábito, así de simple prosiguió Julián con convicción–. En general la gente no se percata del enorme poder de la mente. He aprendido que incluso los más dotados pensadores utilizan sólo una centésima parte de sus reservas mentales.
Mi maestro estaba cada vez más entusiasmado. Sus ojos pa¬recían centellear mientras hablaba de la magia de la mente y de la abundancia de cosas buenas que eso traía consigo.
Sabes, John, cuando baja el telón sólo hay una cosa sobre la que tenemos dominio absoluto.
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